Y tras contemplar la belleza, moriré.
Pensaré en la risa de mis mujeres y en sus lágrimas. En las fiestas que son casi lutos y en los lutos que son casi fiestas. Pensaré en la luz dorada que inunda las viejas mansiones, en los cuadros con rasgos nobles que heredamos, en las camas que el tiempo ha amado y mantenido, en los perros que hemos querido junto a nosotros y en los doseles que nos han acariciado la cara como si fueran el viento que mueve las velas de un barco blanco.